Por Félix Lozano, cofundador y CEO de TeamLabs/.
Los días 16 y 17 de diciembre se realizó un homenaje entrañable a Antonio Lafuente en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS-CSIC) donde ha pasado a ser investigador emérito. Fue un honor participar con una intervención y contribuir al librito que le regalamos; se puede descargar en este enlace.
Más de una década de estrecha colaboración con Antonio, como miembro del Consejo Asesor de TeamLabs desde su fundación, ha transformado nuestro trabajo y pensamiento.
Nuestro agradecimiento a los organizadores: Juan Pimentel Igea, Alberto Corsín y Tiago Saraiva.
Gracias, Antonio, por abrirnos mundos. Como dijimos, este homenaje no es un final, sino una promesa de seguir aprendiendo y explorando juntos.
Este es el texto escrito para Antonio:
«Hace más de doce años que comenzamos a edificar un diálogo con Antonio Lafuente que ha transformado nuestra forma de pensar, crear y convivir. Estas conversaciones nos llevaron a cuestionar los cánones establecidos, construyendo una práctica basada en la diversidad, la experimentación y el cuidado colectivo. Este trabajo compartido ha sido un ejercicio de interacción radical, donde las preguntas pesaron más que las respuestas, y enfrentar nuestras contradicciones ha solido ser nuestro menú del día favorito.
Desde los inicios de TeamLabs, nuestro Consejo Asesor estuvo compuesto por tres figuras esenciales: Antonio Lafuente, Antonio Rodríguez de las Heras y Ana María Llopis. Rodríguez de las Heras definió el diálogo como el centro de nuestra práctica educativa: ‘El diálogo es el uso de la palabra que mejor tiene en cuenta al otro; ejercicio de humildad, porque el discurso se construye con aportaciones, no se dicta’. Su fallecimiento en 2020, durante la primera ola de la covid, nos dejó desolados. Ana María Llopis, con su mirada disruptiva y pragmática, fue una guía valiosa hasta que un ictus la apartó de la vida profesional. Hoy, Antonio Lafuente es el único miembro activo del Consejo, un faro que sigue iluminando nuestra travesía.
Uno de los pilares del legado de Antonio es la idea de La promesa radical, un compromiso con la complejidad que desafía las categorías binarias que limitan nuestra visión del mundo. Esta promesa nos invita a abrir espacios inclusivos y a construir significados compartidos que respeten las diferencias y reduzcan las desigualdades en aspectos como la salud, el medioambiente y las oportunidades. Antonio nos ha alentado a trascender dualismos y a encontrar riqueza sostenible en lo que surge contrabandeando las fronteras: académicas, sociales y económicas.
Este compromiso con la igualdad y la transformación también conecta con el artículo publicado en Nature en marzo de 2024, titulado ‘Why the world cannot afford the rich’, en el que MONDRAGON es ejemplo en la lucha contra la desigualdad y como modelo de organización a imitar. MONDRAGON, como nuestra madre nutricia, no solo fue y es nuestro punto de partida académico, sino que sigue siendo una fuente que alimenta nuestras raíces éticas e identitarias. Antonio, resaltó el orgullo y la esperanza que este hecho trae consigo, reafirmando la importancia de dar luz a la experiencia cooperativa de más de ochenta años de existencia. Su modelo, ejemplo de lucha contra la desigualdad y a favor de la sostenibilidad, demuestra que existen formas alternativas de organización donde el alma colectiva y la dignidad humana son el verdadero núcleo. En nuestra práctica educativa, esta filosofía inspira una cultura de aprendizaje radical, donde cada persona aporta desde su singularidad y las decisiones se toman en función de la comunidad.
Otro contexto primario ha sido la cultura de laboratorio y prototipado como infraestructura de transformación y práctica experimental de producción de conocimiento situado. Lejos de la perfección que paraliza, la mentalidad de prototipado representa un compromiso con el cambio, permitiendo ensayar soluciones perfectibles pero significativas. Este enfoque nos enseñó que los tanteos fallidos no son fracasos desesperanzadores, sino pasos necesarios hacia algo valioso. En cada intento imperfecto reside la semilla de una mejora colectiva.
La importancia de los cuidados también ha sido crucial en esta travesía. Antonio insiste en que los cuidados no son accesorios; son el fundamento de cualquier interacción significativa. Crear comunidad donde cada persona se sienta segura y valorada fomenta la confianza y permite integrar las diferencias como fuente de prosperidad. En estos espacios de cuidado, aprendimos que escuchar es tan transformador como hablar, y que la reciprocidad es el terreno donde germina la creación.
Otro de los mayores aprendizajes ha sido reconocer el valor del tedio y la desconexión como condiciones necesarias para mantener una conciencia crítica. En un mundo obsesionado con la productividad y el rendimiento fuera de vueltas, reivindicar el tiempo para deambular, divagar, perderse y desconectarse es un acto de resistencia. Estos momentos de pausa nos permitieron explorar ideas inesperadas y construir relaciones más profundas. Cuando además coincidieron con un estado de salud débil y vulnerable, con las energías justas, en las que uno se empieza a sentir en retirada, con muchas ganas de amar a todo el mundo y con pocas ganas de tener razón, Antonio fue nuestra vela mayor, guiando la embarcación. En esos momentos de duda y fragilidad, sus palabras desafiaron mis propias certezas, creando espacios donde la atención y la escucha redefinieron mi manera de liderar. Con él, aprendí que el verdadero poder está en reconocer nuestras flaquezas como lugar donde la comunidad cobra sentido.
Reflexionando sobre cómo navegar en la tormenta, sobre todo en el último lustro de pandemia, cansancio y abatimiento, en nuestras charlas con la covid de fondo, me habló de Hutchins y su Cognition in the Wild: la tormenta no se navega desde una figura de autoridad que dicta órdenes, sino desde una organización distribuida, donde cada miembro de la tripulación actúa desde su experiencia para minimizar los errores del colectivo. Este enfoque nos enseñó que la colaboración es la brújula más fiable en medio del desconcierto. Aprendimos a convivir con el caos, sin esperar la calma chicha, asumir la estructural zozobra y actuar desde la complementariedad. Esta perspectiva nos demostró que la adaptación no es una debilidad, sino una fortaleza que permite mantener el rumbo en medio de la adversidad.
Lo que hemos construido juntos trasciende las palabras. Es un legado vivo que se manifiesta en cada interacción, idea y ensayo que acometemos. Este recorrido nos mostró que el verdadero radicalismo no está en las posturas extremas y excluyentes, sino en la capacidad de ensanchar espacios donde todas las personas podamos atender nuestros afanes y cultivarnos mutuamente. Fieles a nuestra naturaleza como Laboratorio de Aprendizaje Radical (LAR), al que Antonio ha insuflado sustancia de manera infatigable y generosa.
En ese sentido, este homenaje no es un cierre de nada, sino una vela al viento. Es la promesa de seguir explorando juntos, de construir nuevos paisajes donde nuestras diferencias sean la fuerza que impulse nuestra travesía. Porque, como nos incita Beckett desde que zarpamos: ‘Debemos seguir. No podemos seguir. Seguiremos.'»
Extracto del libro «El Caballero del Punto Expandido. Homenaje a Antonio Lafuente».